I Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Occidente, yo me hundí hasta los hombros en el mar de Colón, frente al sol las pupilas, contra el viento la frente y en la arena sin mancha sepultado el talón. Trajo hasta mi la brisa su cascabel de plata, me acribilló los nervios la descarga solar, mis pulmones cobraron un aliento pirata y corrió por mis venas toda el agua del mar. Alcé los brazos húmedos a la celeste flama, y cuando cayó en ellos el tropical fulgor, cada brazo creció como una rama, cada mano se abrió como una flor. Súbitamente, el agua gibóse en un profundo desbordamiento de maternidad Me sentí grande, inmenso, sin cabida en el mundo, infinito y molécula, multitud y unidad. Volví los ojos hacia mí; yo mismo me oí sonoro, como el caracol, y el ave de mi grito voló sobre el abismo bebiendo espuma y respirando sol. Sentí crecer raíces en los pies, y por ellos una savia ascendente renovaba mi ser; hubo un afán de brote del torso a los cabellos, cual si toda la carn...