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Mostrando las entradas de febrero, 2021

«Manifiesto a América en el centenario de Isabel» (primera parte)

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Revista «Mundo Hispánico» número 42, de septiembre de 1951. Artículo de Ernesto Giménez Caballero.  En 1951 se cumplían cinco siglos del nacimiento de Isabel la Católica. En 2021 se cumplen 570 años. América: Así como los pueblos cristianos tienen en Jerusalén  su Santo Sepulcro y su sede católica en Roma, y los pueblos islámicos una Meca para religarse a su profeta fundador, así los  pueblos de América habrían de acudir a estas tierras castellanas  de Ávila, donde naciera y se ungiera la que había de ser madre de todos nosotros, españoles y americanos: Isabel. Quizá esa sacra peregrinación esté muy cerca. Ya en 1903 —recién terminada la convulsión romántica de las emancipaciones— hubo de ser un americano, un gran argentino, el que iniciara ese retorno filial al hogar materno de Isabel. El argentino Larreta, el que con su inmortal « Gloria de don Ramiro » , y sintiendo la voz de la sangre progenitriz, comprendió que de nada valía la emancipación conquistada sin un regazo genial donde

«Paraguay: un río y un estado»

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  Junio de 1948

«Cómo nos llaman: Latinoamericanos, Hispanoamericanos, Iberoamericanos»

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 Mundo Hispánico número 5, junio de 1948

«Madre e Hija»

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  Madre e Hija   — ¿Te llamas la Argentina?                                                    — La Argentina — ¿Cuál es el nombre de tu madre? — ¡Gloria! —¿Tu raza fue? —Mi raza fue divina. — ¿Quién te lo reveló? —La Musa Historia. — ¿Fue tu raza muy noble? —Una corona de reyes, un castillo con almenas. — ¿Y era buena tu madre? —Sí, lo abona el que todas las madres son muy buenas... — De mí, ¿qué piensas? —Que esa faz altiva, ese noble ademán, esa apostura no admiten del amor la negativa. — ¿Me quieres, pues? — Te quiero con locura. Mas, ¿quién eres, señora, que en mi pecho formas para el amor caliente nido? ¿Quién eres, ¡oh señora!, la que has hecho que se despierte el corazón dormido?...   —Yo... yo fui reina del inmenso mundo. potente soberana por doquiera, y el fulgurante sol, siempre errabundo ha alumbrado perenne mi bandera.   Yo soy aquella que   a la Europa toda dictó su voluntad, marcó su sino. Yo soy la madre d