"Los Caballeros de la Imprudencia"

Agustín de Foxá fue un destacado  poeta, novelista, periodista y diplomático español, nacido en 1906 y fallecido el 30 de junio de 1959 (en pocos días se cumplen 63 años de su muerte). Como diplomático, vivió algún tiempo en Buenos Aires. Entre sus obras figura este poema, "Los Caballeros de la Imprudencia", que hemos tomado del libro "Habla y vida de España" publicado en 1957. El libro, cuyas autoras son Elena Catena Vindel y Luisa Yravedra Merchante, fue editado por Editorial Ocha, de Logroño.



Estos que dieron nombre a la Tierra, 

Cruz a los montes, sentencia al mar, 

son los que hicieron, jugando a guerra, 

anchas Castillas por Ultramar.

 

Estos, sí, fueron estirpe y raza, 

trajes de hierro, fuego español. 

Fueron la espada frente a la maza,

la Eucaristía contra el dios-sol.


 

Fueron por selvas a la aventura, 

bajo el horrendo Sol tropical, 

entre serpientes de calentura

por la laguna pestilencial.

 

Sus castidades de Extremadura 

dieron a un fuego devorador;

lepra o delicias en la cintura,

la joven india les dió el amor.

 

Piara  de puercos por «intendencia»,

y por remedios, vinagre y sal...

los Caballeros de la Imprudencia 

vieron, brillante, la Cruz Austral.

 

Locos, cruzaron la cordillera,

¡oh, mula roja, potro andaluz! 

Y oyó un relincho por vez primera 

la cumbre blanca de intacta luz.

 

«Cuzco» y sus momias, en Asamblea, 

sobresentadas, con frío hedor, 

ofreció el oro como presea 

al guantelete conquistador.

 

Vieron al indio del altiplano,

que amó a las «llamas» de airoso andar, 

que ciega al cóndor con torpe mano 

y ya en tinieblas le hace volar.

 

Vieron al «inka» de oro en su «huaca»

y por sus ojos desfilarán 

los barcos-cestas de Titicaca,

y con su viga, Caupolicán.

 

Dejando un rastro de catedrales, 

nobles escudos cada portal, 

alzan morados pendones reales 

entre los «cactus»  y el platanal.


 

La flota, en seco, sobre el torrente 

de sus espaldas sabrán llevar, 

y el agua al pecho, signan su frente

con la honda verde de un nuevo mar.

 

Las «amazonas» de un solo ceño, 

para los arcos poder tensar, 

plumadas flechas de agrio veneno 

sobre sus cascos harán silbar.

 

Verán la mano de Moctezuma

que abre a sus víctimas bajo el volcán, 

y al «zapilote» de negra pluma 

sobre las ruinas del Yucatán.


 

Buscan con brújulas, con astrolabios, 

la fuente indiana, cuya virtud 

vuelve a los viejos los rojos labios 

y el seno henchido de juventud.

 

Hielo en las barbas van por la altura, 

con nieves rosas en derredor, 

o se derriten en su armadura 

bajo los soles del Ecuador.

 

¡Ay, del que ataje su valentía! 

Que es más que el Andes su corazón, 

y llevan Vírgenes de Andalucía 

atornilladas en el arzón.

 

No hubo como esta Mitología, 

como esta «Iliada» no habrá otra vez. 

¡Oh, aventureros en Teología 

con una rosa de intrepidez!

 

Del azul Prusia de la Florida 

al cielo helado del Patagón 

fué, lanza en sangre, suelta la brida,

la galopada de la ilusión.

 Agustín de Foxá



Hemos mantenido la grafía original, corrigiendo sólo lo que nos pareció una errata ("las «amazonas» de un solo seño", decía el texto;  cambiamos "zapilote" por "zopilote"). Las imágenes, añadidas por nosotros, corresponden a la película "La misión", a la Catedral Primada de América (en Santo Domingo)  y a una ilustración que muestra a un zopilote y un indio maya.

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