"Canción en alabanza de San Martín"
El número 32 de Mundo Hispánico, aparecido en noviembre de 1950 y cuya portada abre esta entrada, fue una edición especial dedicada al centenario de la muerte del general José de San Martín. La portadilla del conjunto de artículos referidos al Libertador se muestra a continuación.
Compartiremos a lo largo de este mes algunos de los artículos de esa edición especial de Mundo Hispánico. A continuación, la "Canción en alabanza de San Martín" de Horacio de la Cámara.
Tal como viene
desde el fondo fecundo de la tierra,
el árbol y su sombra,
y la forma de las ramas y los nidos,
y el arco de las aves en el vuelo,
y las voces en el canto,
y el canto definido en el paisaje;
tal como traen
su tono vegetal y su estatura
la fronda,
la selva honda y la honda grama,
que fundan la ecuación
de la égloga entera con sus mitos
propicios;
tal como bajan
las estrellas al agua y la pueblan,
y es el milagro
de la noche crecida en los cristales
del remanso;
tal como del fondo de la tierra
vienen
los nombres, y los hombres, y la historia,
y las horas agudas,
y las horas que nunca se destruyen,
y las que son en si, tiempo de Dios,
infinitas
y augustas y totales,
para saldar los aires invencibles,
para herrumbrar las albas del ensueño,
para exaltar las ansias derrotadas
o derrotar las muertes y sus podas:
tal como viene
del fondo de la tierra preferida
el hijo:
Así vino,
desde el fondo certero de la casta.
Realidad de la sangre
inaugurando sus vértices maduros
y sus himnos centrales.
Así vino:
Desde el fondo y el alma de la raza.
Y a deslindar al hombre en la bandera.
Así:
¡Verbo augural!
Y a resolver, desde las cumbres,
la nueva geografía libertada.
¡Toda la pampa suelta!
Y libres las praderas y sus faunas
macizas.
Y el risco, y el racimo,
y las veredas del agua, derramadas
sobre los campos germinales.
Y libres las semillas sancionadas,
y el ademán labriego,
y las manceras,
y el aura de las tardes prodigiosas,
cuando la hespéride exacta
alza la espiga traductora del esfuerzo.
Y libres los empeños viriles del hachero
bajo los bosques sonoros.
Y libres los árboles del bosque
que echan su libertad hecha de pájaros.
Y los vientres henchidos,
donde la Patria enciende los metales
que han de imponer sus soles venideros.
¡Oh, el sarmiento de carne y pulso
en que la carne vuelve y se repite
para soñar la eternidad del gesto,
más allá de su tiempo y su medida!
Así:
José de San Martín,
Capitán de la rosa de los vientos
para elegir la estrella y su camino.
Así:
A dibujar un pueblo y sus razones,
bajo el nombre de Dios
y hacia el fin de los siglos esenciales.
Desde el fondo certero de la casta.
Como del fondo de la tierra vienen
el árbol y su sombra,
y la égloga entera y sus verdades,
la noche en el vidrio del remanso,
renacida...
Su libertad
no cabe en la palabra que la enuncia.
Es un ámbito pleno.
Hacia adentro del alma
y hacia afuera de la nimia entidad
que se levanta
sobre el trance del hombre y sus perfiles.
Más atrás de la edad
y las edades
y hacia allá de los dioses
al provenir de Dios, incuestionada.
Así vino:
Milagro de sí mismo
y adjetivo de su propio milagro.
Desde lo alto de su fiebre.
Para decir al hombre en su paisaje.
José de San Martín y bendecido.
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